Desde el banco de la 111
ya no se ve la avenida,
no sé si se ha movido la ciudad,
o es que se ha movido el banco.
Aquí no hay ríos que vayan a dar a la mar
y es muy frustrante
porque intento hablar
pero escupo cenizas
y joder, balbuceo las pocas cosas
que tengo claras cuando todo se oscurece,
"Te necesito".
¿Qué fuerzas tengo para decir nada más?
Recuperar la utopía,
la tuya, la mía,
ser lluvia, y empotrarnos contra el suelo,
Yo quiero ir de la mano de tu corazón,
abrazado a tus entrañas.
Te vas de mí y dejas ese olor
como preguntando qué ha pasado,
y me da pena,
hoy sólo huelo a quemado,
porque me queda hollín dentro, aún,
de cuando se quemó el cielo.
¿Soy dañino?
Soy responsable de que estas palabras
sean el escrito y manifiesto
de un llanto ahogado, marchito, taciturno.
Partícipe al menos.
No sé si creer en los poemas,
sinceramente.
He estado dando vueltas,
perdido,
para encontrar un mapa.
En el tiempo en que se puso el sol, y volvió a salir,
debí morir al menos dos veces por cada vez que respiré.
Me sentí sólo, y me senté, sólo.
Tanto que me eché de menos y,
ahora dudo del otoño,
y tú me pides tiempo.
Al final lo que siempre falta es...
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