El molesto ladrido de un escueto perro famélico encerrado en el balcón de un vecino.
Las fauces de un adoquín que se ha roto.
La llamarada que el vaho no deja pasar y los días que no pertenecen a ninguna época del año en concreto.
Y yo no puedo escribir dos frases que pesen más que una piedra o menos que el agua destilada.
Que caiga la cal del trastero.
Ceniza de una explosión penosa.
Por querer una mirada que no me atraviese sin más sino que aplaste mi retina en la pared de mi cráneo de nogal.
Las puertas de cristal que se agrietaron con el uso y los carteles de obras que cuelgan en vallas de metal.
Son el tiempo que marchita y la mecha de la compasión.
Eres ceremonia de antiguas tribus que enciende fuegos y canta canciones a dioses que no quieren canciones ni luz.
Eres una de las muertes que evité.
El cuadro eléctrico de mi casa vieja.
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