Es el tiempo que se escurre
entre el cristal de cinco dedos.
Una cita ineludible,
con el destino de mis huesos,
lejos de aquí, cerca de mí,
en polvo nos convertiremos.
La vida se ha olvidado de que existes
pero seguirás latiendo
como un sentimiento
en mi pecho y estómago.
A veces confundimos la infelicidad con otras cosas
Yo veo en mí un mar de imposibilidades
y odio que te abandones contra todo pronóstico.
El vacío que dejas
tiene la cara de mis fracasos,
la fachada de mis alientos
y come almas.
De sufrir soy insufrible
Un dolor que desgarra espíritus,
ya moribundos,
en trizas de desesperación.
Y los verdugos son también maestros.
Solo,
igual que llegué,
y roto
eso es nuevo.
A este nivel,
a esta profundidad,
con el tamaño de este pozo inhóspito,
plagado de enfermedades;
cada vez asimilo más y peor.
Hace falta que alguien caiga,
para poner una barandilla.
Ni un sólo beso de fin de semana,
ni punto final,
un retal,
tan claro que confunde.
Un vaso colmado de agua,
clavo ardiendo,
de doble filo,
ella es de traca.
Fin.
Un pasado olvidado de costumbres.
Las malas siguen rajando la luz,
las buenas ya no valen su precio.
El tritono del diablo,
la profecía de mis sangrientas entrañas,
el martillo de los dioses sobre este puto cráneo.
El calor que extrañas.
A cuestas con el fuego, ahogado en miseria.
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