Vivo en, para y por ella
(dolorosamente vivo sin ella).
Me desvivo por ella,
y es que es mi vida, ella.
Puedo decir, como resultado,
que tengo una vida preciosa.
Dulce el rostro, y el cuerpo un verso.
Quizás sea mera confesión de enamorado,
pero me tortura el pensamiento, de sus caderas,
agarraderas compasivas al borde del abismo;
sus pechos, que mis manos han conjugado;
figura, que beso como si primaveras;
la espalda, hasta el cuello, de amor es atisbo.
Y es que, puede que La Luna se canse de nosotros,
antes incluso que nosotros de verla.
Qué fácil es quererla,
y qué difícil es verla marchar para, en los días posteriores,
sentir mi vida tan lejos de mí, vivir la suya.
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